La leyenda del tributo a las 10 doncellas es una de las historias populares más conocidas de la historia de Asturias.
El pacto
Todo comenzó en el año 783 cuando el rey cristiano Mauregato de Asturias que era hijo bastarde de Alfonso I se enfrentó en una cruenta batalla con Alfonso II, nieto legítimo de Alfonso I e hijo de Frunela.
Para ganar la dura batalla, el rey Mauregato pidió ayuda al emir de Córdoba Abderramán, pero ninguna ayuda en batalla es gratis.
Así que pactaron que el rey Mauregato se comprometía a pagar cada año al musulmán el tributo de 100 doncellas vírgenes por la ayuda prestada.
Los orígenes del rey Mauregato y su ascenso al trono de Asturias es como poco oscuro, ya que no hay escrita ninguna crónica de su linaje.
¿Cómo llegó el hijo bastardo de Alfonso I al trono de Asturias?
Gran pregunta, cuya respuesta es solo una hipótesis, pues se cree con la ayuda de una poderosa fracción de la nobleza asturiana lograron echar del trono al rey legítimo Alfonso II, quien para salvar su vida se refugió en Álava e intentar después recuperar el trono.
Necesitaba el apoyo de parte de la nobleza asturiana, pero también de un poderoso ejército como el que poseía el emir de Córdoba, y así es como sellaron su alianza.
El tributo se fue cumpliendo religiosamente año tras año hasta que tras cinco años, Mauregato fue asesinado.
Los autores del crimen fueron dos nobles asturianos que estaban hartos de tener que pagar el famoso tributo.
El tributo después de Mauregato
El ascenso al trono de Bermudo supuso un primer momento de tensión, que saldó correctamente con la entrega de una cantidad de dinero en lugar de 100 doncellas vírgenes.
Pero no todo iba a ser un camino de rosas, ya que cuando llega al trono Alfonso II el Casto, este se niega a pagar cualquier tipo de tributo.
Claro que la cosa iba a acabar en batalla, la de los Lodos, pero Alfonso II no estaba dispuesto a perder otra vez el trono, consigue vencer al musulmán Mugait y zanjar de lleno el asunto.
Al menos de momento.
La muerte de Alfonso II
El reinado del Alfonso II muy largo, y durante ese tiempo, nadie se atrevió a reclamarle el tributo.
El problema vino con la muerte de este.
El nuevo monarca Ramiro I era visto como un rey débil a ojos de los sarracenos, por lo que consideraron que era el momento de volver a reclamarlo.
El califa Abderramán III así lo hizo.
El monarca Ramiro I al analizar la situación entendió que no podía presentar ningún tipo de resistencia, pues su ejército era menor que el de los musulmanes.
Terminó por aceptar el infame tributo.
Cuando tocaba hacer la ofrenda, los regidores de un pueblo de Valladolid, que les tocaba entregar a un total de 7 vírgenes, decidieron en señal de protesta cortarles la mano izquierda a las doncellas que entregaron al califa.
Aquel desafío de los lugareños les haría famosos, conociendo a su villa como Simancas, no hace falta explicar por qué.
El enfado del emir Abdebarrán fue monumental, quien no dudo en rechazarlas y exigir siete nuevas doncellas.
Ramiro enfurecido y embrabuconado se negó en banda a volver a darles un nuevo tributo.
Este hecho como es de suponer no le sentó nada bien a Abderramán II, quien no dudó ni un segundo en emprender una batalla.
Y así comenzó la batalla de Clavijo.
Ramiro que estaba enfurecido se subió a lomos de caballo y comandó el ejército, sin embargo, pronto se dio cuenta de la superioridad del ejército de los serracenos.
Así que no le quedó más remedio que refugiarse, con la intención de reponerse para una nueva batalla, ni por un momento pensó en rendirse.
Cuenta la leyenda que durante la noche, el apóstol Santiago visito en sueños a Ramiro, en esta visión el apóstol le prometió que le ayudaría en la batalla si este tenía el valor de reanudarla.
Así lo hizo.
Los caballeros cristianos pudieron comprobar sorprendidos como un excelente caballero sobre un majestuoso caballo blanco, acudía en su ayuda para derrotar al ejercito musulmán.
A partir de este momento, el Rey Ramiro I en su eterno agradecimiento al apóstol Santiago estableció el Voto de Santiago.
Esto consistía en reservar siempre en todas las batallas una parte del botín para entregárselo al apóstol Santiago.
Y así acabó en infame tributo de las 100 doncellas.
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