La mitología asturiana está plagada de leyendas con un sinfín de criaturas singulares, grandes historias para dejar volar nuestra imaginación y que además nos ayudan a conocer un poco mejor las tradiciones e historia asturiana.
Hoy nos vamos a detener en una leyenda muy popular, con un dragón o serpiente con alas de protagonista.
Y es que no hace falta ser un Targaryen para disfrutar de grandes historias de dragones.
Tampoco hace falta irse a poniente, nuestra leyenda nos lleva a Gijón, a la playa de San Lorenzo concretamente.
Pero, qué es exactamente un cuélebre, te preguntarás.
El Cuélebre, también conocido como dragón asturiano es una criatura mitológica, en la que según la leyenda, se trata de un macho de culiebra que durante siglos creció y creció.
Tanto creció que alcanzó un tamaño gigantesco, como necesita otear mejor el horizonte, y reptando es casi imposible, desarrollo unas grandes alas de murciélago que le permitían volar por cielos asturianos en busca de tesoros que guardar en sus ayualgues, cuevas marinas.
Era importante proteger su cuerpo contra cualquier posible peligro, así que las escamas de su piel adquirieron una dureza mayor que la del hierro.
Ya tenía su armadura, así que el cuélebre se sintió libre de conquistar el cielo.
Son múltiples las referencias que se pueden encontrar en Asturias sobre él, La Vuelta’l Cuélebre (Colunga), El Pozu’l Cuélebre (Cangues d’Onís) o incluso en una canción de Víctor Manuel.
El Cuélebre de la playa de San Lorenzo
Hubo hace ya mucho tiempo en Cuélebre que tenía aterrorizados a la zona de Providencia, pues destrozaba sin piedad alguna las embarcaciones de los pobres pescadores.
Estos sin saber qué hacer, recurrieron a un misterioso ermitaño de la zona llamado Gorín, que prometió matar a la bestia si con ello conseguía que los pescadores lo alimentasen el resto de su vida.
Los pescadores aceptaron el trato encantados, pues alimentar a un hombre no era un gran precio para ellos si recuperaban su libertad y podían salir a faenar de sus embarcaciones.
Gorín que vivía en Picu’l Sol y junto con la ayuda de Xuana, una intrépida moza del lugar, se adentraron en la mar en busca y captura del temido Cuélebre.
Una vez allí, cerca de la cueva donde vivía el monstruo, Gorín lo llamo.
Al principio, no parecía que el dragón respondiera a la llamada, pero tras un poco de insistencia, Gorín y Xuana, empezaron a vislumbrar a lo lejos como el Cuélebre se iba acercando.
Una vez estuvo lo suficientemente cerca, pudieron vislumbrar a la gigantesca criatura, era inmensa.
Gorín, lejos de atemorizarse, reacciono con una gran rapidez, y en cuanto vio la oportunidad, quito la faja que vestía Xuana y se la arrojó al dragón, que quedó totalmente aturdido y sometido.
Gorín, entró en la cueva del Cuélebre, donde este guardaba su teoso, un laurel de oro y lo cogió.
Gorín lanzó el tesoro al mar, ordenó a la bestia ir tras él haciéndolo desaparecer para siempre bajo el agua.
El extraño ermitaño se quedó a vivir para siempre en la cueva del Cuélebre y exigió sin miramientos a los pescadores cumplir con el trato, debían alimentarlo de por vida.
Si en algún momento, los pescadores se olvidaban o retrasaban en llevarle alimentos, un cuervo se posaba en lo que ahora conocemos como Colina’l Cuervu, y empezaba a graznar para que los pescadores se dieran por aludidos.
Y así es como los pescadores de la playa de San Lorenzo se deshicieron de la bestia y recuperaron la paz y tranquilidad.
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